EL JUEGO DE LAS VERSIONES

La siguiente es una entrevista efectuada por Augusto Munaro para el diario “La capital” de Rosario y publicada allí, en una versión más extensa, el pasado 18 de mayo de 2008.


Por Augusto Munaro

Eduardo Berti (1964) es uno de los escritores argentinos más prolíficos de su generación. Su versatilidad como cuentista, antólogo, traductor, novelista y recientemente editor lo convierte en un autor muy activo y personal. Escribió dos tomos de cuentos —“Los pájaros” y “La vida imposible”—, pero ha sido el género novelístico el que mejor repercusión ha alcanzado en la crítica argentina y europea. Sus novelas “Agua”, “La mujer de Wakefield” y “Todos los Funes” le han valido premios y, lo que es más importante aún, la oportunidad de ser traducido a numerosos idiomas y leído por otros públicos.

“La sombra del púgil” (Norma) es su cuarta y última novela. En ella, Berti nos revela su fascinación por el relato múltiple, su capacidad por explorar las técnicas narrativas con el fin de escribir con claridad una historia desbordante y compleja. Un matrimonio y sus tres hijos, el mundo boxístico, la amistad, el juego de la memoria, el relativismo de una historia abordada desde varias miradas representan y solidifican los fundamentos de una obra que revela la preocupación de su autor por indagar e innovar las posibilidades del género novelístico.


—Como acontece con sus anteriores novelas, “La sombra del púgil” es disímil a todo lo que haya escrito hasta el presente. ¿Cuáles fueron los mayores desafíos que debió afrontar al escribir la novela?


—Bueno, justamente ése es el primer gran desafío: tratar de no repetirse o, al menos, de entablar variaciones en torno a ciertas obsesiones que irremediablemente llaman a la puerta. Me gusta pensar que estoy escribiendo una novela que no sé si soy capaz de escribir. "Me gusta" es una manera de decir, porque esa incertidumbre no excluye momentos de angustia, claro. Como punto de partida, me planteé algunas cosas: plasmar una historia totalmente ambientada en Buenos Aires, luego de haber ambientado mis novelas anteriores en Inglaterra o Portugal o Francia; no incurrir de nuevo en un narrador en tercera persona y no partir de ningún juego de intertextualidad, si bien se puede afirmar que “La sombra del púgil” es por momentos una novela autoconsciente, pero eso es otra cosa.


Ultimamente varios escritores nacionales han publicado novelas donde se mezclan la ficción en primera persona y la autobiografía. ¿Cuán autobiográfico cree que sea su libro?

—Los escritores solemos "reelaborar" a partir de experiencias propias o cercanas. Armamos un personaje combinando rasgos de personas que frecuentamos, nos preguntamos qué habría sido de nuestra vida o de la vida de Fulano si en lugar de haber tomado tal decisión hubiese tomado tal otra en determinado momento. Fantasías e hipótesis por el estilo. En todas mis novelas he trabajado de este modo: el personaje Funes está basado en mi padre, por ejemplo. Es cierto, sin embargo, que en “La sombra...” muchas cosas son más palpables que en mis novelas anteriores: los tres hermanos —los narradores— son mis contemporáneos y buena parte de sus recuerdos o vivencias son las de mi generación. Pero, ante todo, apoyé casi toda la trama sobre datos de mi familia y de la familia de mi mujer: inventé una especie de monstruo combinando libremente elementos de las dos familias (elementos reales y no tanto), a los que a la vez alteré sin ningún prurito en beneficio de lo que iba pidiendo la lógica novelesca.


—Uno de los tantos aspectos originales de “La sombra del púgil” es su modo de experimentar los tiempos narrativos. La forma en que entrecruza el pasado y el presente con el fin de contar la historia. Un relato que no se cierra sino que se expande a través de las distintas épocas, como ocurre al percibir la realidad misma. ¿Podría considerarse el libro como una posible teoría de la narración?


—No tengo todas las cosas totalmente claras o preestablecidas antes de ponerme a escribir una novela. Muchas cosas las voy descubriendo a medida que avanzo, y no siempre escribo todo en riguroso orden cronológico. También me pasa que pienso tomar un rumbo pero, en el medio, advierto que otro camino es mejor. Lo que sí suelo tener bastante en claro es la trama básica, un inicio y un final, un "tono", una perspectiva (que tiene que ver con quién narra y cómo) y la "forma" de la novela. Con esto último me refiero al aspecto formal: en “La mujer de Wakefield”, por ejemplo, trabajé con una serie de capítulos muy breves; en "Todos los Funes" superpuse realidad y sueño, presente y pasado. Un elemento clave en “La sombra del púgil”, creo yo, es el juego de las versiones: no hay una historia definitiva, sino un cúmulo de versiones alrededor de dos historias centrales (la de amor, la "deportiva"). Esto impuso una forma, la de los relatos que se van complementando. Y esto bien puede haber suscitado lo que llamás "teoría".~